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¿República sin instituciones?
MIGUEL BAHACHILLE M. | EL UNIVERSAL
lunes 1 de agosto de 2011 03:50 PM
Si permitimos que el gen autoritario se instituya en el país tal como ocurre en mentes turbadas, además revelarnos como una sociedad endeble, estaríamos asintiendo que las instituciones solo sirven como comodín necesario para simular una democracia así sea en letras. Venezuela inició en 1958, con obvias fallas, a la caída de Pérez Jiménez, un proceso de consolidación de las instituciones básicas para poder insertarnos en la lista de estados con tutelas autónomos.
Hoy nadie duda de la degradación de éstas luego que la mismísima presidenta del TSJ exclamara que en gobiernos revolucionarios no es necesaria la división de poderes. Y fue más allá: "pensamos que el asunto judicial no se refiere estrictamente a las doctrinas jurídicas sino que tiene una necesaria conexión con la realidad de cada pueblo. Para nosotros Cuba es una referencia necesaria de cómo la legislación avanza a medida que avanza un proceso de inclusión e igualdad popular". ¡Nada que agregar!
Vale la pena citar tres ejemplos, entre muchos, que revelan la importancia de instituciones autónomas no solo en beneficio de intereses corporativos sino de la sociedad en general y no dejarnos inocular con una toxina ideológica que destruye. Veamos.
Richard Nixon es reelecto presidente de Estados Unidos (1972) con el 61% de los votos contra 37,50% de George McGorvern, su rival demócrata. Ganó en 49 de los 50 estados: 520 electores contra diecisiete. Era uno de los gobernantes más populares de la historia política de ese país luego que en su primer período (1969-1973) inicia la retirada de 500.000 soldados de Vietnam; viaja a China; inicia relaciones con Egipto; y en el orden interno presenta el programa "Nuevo Federalismo" para dotar a las regiones de suficientes recursos. Ese mismo pueblo fue inclemente cuando se revela públicamente el caso Watergate. No obstante que el Gran Jurado Federal solo pudo acusarlo de "copartícipe de obstruir la investigación" se vio obligado a renunciar. Asume el vicepresidente Gerald Ford quien concluye el período hasta la nueva elección.
Con ello se evidenció que las instituciones estaban por encima de cualquier interés particular. No se derrumbó el país; tampoco se descalabró la economía ni los planes de desarrollo propiciados por el mismo Nixon. Cada poder desde su posición sabía qué hacer. El pueblo norteamericano sintió que su destino no podía depender de la voluntad de un falsario por muy capaz que fuese.
Pero el asunto no se circunscribe a países desarrollados. El presidente de Ecuador (1998-2000), Jamil Mahuad, fue obligado a renunciar luego de comprobarse que estaba incurso en una serie de rarezas políticas y administrativas. Hasta su partido, Unión Demócrata Cristiana, lo condenó no obstante haber logrado algunos éxitos como el fin del largo y penoso litigio territorial con Perú; sustitución del sucre por el dólar para mitigar la fuerte inflación, etc. El vicepresidente, Gustavo Noboa, asume el control y concluye el ciclo constitucional hasta los sufragios del 2003. Se protegió el orden preceptivo no obstante el contexto violento de entonces.
En nuestro país el fiscal general, Ramón Escovar Salom, introdujo (1993) ante la CSJ una solicitud de antejuicio por peculado contra el presidente Carlos Andrés Pérez, electo con el 53% de los votos. Se le acusó de malversar 17 millones de dólares para asistir a la presidente de Nicaragua, Violeta Chamorro. Fue condenado por malversación genérica agravada a 2 años y 4 meses de prisión. Pena que en principio cumplió en el Retén de El Junquito y luego por previsiones de edad en su residencia. Con todo el daño que esta acción significó para la estabilidad del país, las instituciones accionaron y Pérez, un verdadero demócrata, renunció. Entonces el Congreso designa a Ramón J. Velásquez presidente interino por 8 meses hasta el nuevo sufragio en que resultó electo Rafael Caldera.
¿A qué vienen esas referencias? Basta cualquier ausencia de Chávez para evidenciar la desnudez institucional del país. Nadie sabe a quién y dónde recurrir para dirimir los asuntos del Estado. Las instituciones viajan apiladas con el presidente a Cuba, Irán, Bielorrusia, o donde lo disponga. ¡No importa que la sociedad permanezca en vilo ante la vaciedad institucional; lo importante es que los poderes se adecuen a sus antojos! Por ello es preciso estimular el voto desde ya para reiniciar el rescate del Estado de Derecho en el 2012.
miguelbm@movistar.net.ve
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